La noticia de un Champagne
servido en la Casa Blanca no debería llamar la atención a nadie. El uso sin
embargo de un Champagne de California es algo más controvertido, pero más
normal a la vez, pues hablamos de vino de su propio País. La controversia se
encuentra, como es lógico, en el uso de la palabra Champagne para describir un
vino que no es francés.
El tema no debería tampoco
polémico si entendemos que, de acuerdo con la Ley en Norteamérica, si se
cumplen una serie de criterios, un vino Americano puede llevar incluida la
palabra Champagne. No sólo se trata de algo que no gusta a los franceses, sino
que, y de aquí sobre todo el hacernos eco de esta noticia, que saben usar
aunque el viento no sople a su favor: ¿Qué mejor forma de reivindicar el tema
del origen francés que hacerse Eco de la disconformidad de los franceses con el
uso de la palabra para un vino servido en la casa Blanca… el lio está montado y
de él se hacen eco muchos medios: beneficio mediático para el vino francés (en
principio). Llama la atención la
existencia de un Lobby del Champagne francés en Estados Unidos.
Nos hace pensar
en el valor de las marcas, de su cuidado, y en la enorme ganancia que el nombre
de la marca implica para quienes las usan. Para quien no tiene la suerte de
contar con marcas tan potentes, hace al menos pensar en el modo de poder
construir un mito… ¡Cuán diferente sería el mundo! Pero eso sí, los mitos hay
que crearlos, y después cuidarlos con agua de Lobby, o lo que haga falta.
Marcas como el Port o el Sherry
de las bodegas jerezanas nos muestran otros mitos que sufren similares ataques.
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